Corre el año 1972 cuando un joven de rizos colorados es detenido y acusado de cometer 11 asesinatos y 36 delitos. La gente se sorprende, no cree que sea posible que, con tan sólo 20 años, haya podido cometer semejantes atrocidades. Aún no conocen al asesino que se esconde tras ese rostro angelical.
Carlos Eduardo Robledo Puch nació el 19 de enero de 1952. Era un chico revoltoso que hacía travesuras y se pasaba horas en la calle junto a sus amigos. Hijo de Víctor Elías Robledo Puch y Aída Habendank, pertenecía a una familia de clase media del barrio de Vicente López. Su padre trabajaba para Chevrolet y su madre era ama de casa.
Solía frecuentar un Restaurante llamado "Spaghetti", situado en la calle Borges al 1902. A veces almorzaba, otras cenaba y otras tantas iba a acompañado de su familia. A modo de detalle, siempre le pedía gaseosa al mozo, no bebía alcohol y casi siempre pagaba una vez finalizada su estadía en el lugar.
"Un día empezó a cantar descontrolado y yo le llamé la atención, desde ese día ya no lo consideraba un chico tan normal", afirmó Alfredo José Carbetti, el dueño del restaurante. "Siempre tiene actitudes arrogantes y se muestra agresivo", confirmó un cliente en aquella época.
Sin embargo, para sus padres era un niño sobresaliente: dominaba el inglés y el alemán y además ejecutaba el piano a la perfección. Era asiduo a la misa, fanático de los autos y de River.
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La casa donde vivió durante diez años. |
Cometió su primer delito en edad escolar, cuando robó a mano armada 1.500 pesos en el colegio. El dinero lo quería para comprarse motos y autos. Así, fue llevado a un reformatorio. A los 16 años conoció a Jorge Ibañez, un chico algo mayor que él, aficionado a saquear limosnas de las iglesias y amante de los "fierros". Juntos comenzaron su carrera delictiva.
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Las armas que utilizaron Puch y sus cómplices. |
A sangre fría.
Luego de un primer traspiés, Robledo Puch y Jorge Ibañez jurarían no volver a dejar ningún testigo de sus crímenes. Y lo cumplieron. Un recorrido de asesinatos plenamente ideados. Paso a paso la historia de horror se hizo cada vez más macabra
La primera vez que mataron fue el 18 de marzo de 1971. Irrumpieron en el club nocturno "Boite Enamour" de Olivos para robar 35.000 pesos, pero eso no sería todo: asesinaron al sereno Manuel Godoy y también al encargado Pedro Mastronardi mientras dormían.
El 9 de mayo del mismo año, escalonando una pared, los delincuentes penetraron en la vivienda anexa de un taller mecánico de motores Mercedes Benz. Allí vivía el encargado José Bianchi de 29 años con su esposa y su pequeña hijita. Lo asesinaron mientras su mujer, presa del horror, no paraba de gritar. Por eso, le dispararon a ella también. Eso no fue todo, Robledo Puch se arrojó sobre su cuerpo y la violó.
Luego, declararía ante la Justicia: "Asaltamos un taller mecánico en la avenida Maipú, de Olivos. Conseguimos entrar en el dormitorio del encargado quien se hallaba durmiendo con su esposa y una hija que, creo, tenia un año. Al marido lo maté. Como la mujer empezó a gritar también le tiré. Herida y todo estaba muy bien. Casi no tenía ropas,la hice mía y luego escapamos con 300.000 pesos".
El 25 de mayo, en un supermercado de Olivos, los delincuentes violentaron la caja de caudales, se apoderaron de televisores, grabadores y máquinas fotográficas superando los 5 millones de pesos. El sereno del comercio, Juan Seatonne de 65 años, que trabajaba los días domingos en el establecimiento, fue una víctima más del perverso Ángel de la Muerte: lo asesinó de dos balazos. Según se reconstruyeron los hechos, se enfrentó con los intrusos intentando resistir pese a que ellos estaban armados. Por la posición de sus manchas de sangre, también los investigadores concluyeron que Seattone siguió luchando luego del primer balazo.
El 24 de junio, Ana María Dinardo, de 22 años, fue raptada y sometida dentro del automóvil de Puch junto con sus cómplices, Ibáñez y Somoza. El Ángel de la Muerte la asesinó a balazos y luego se deshizo de sus restos en la zona de Pilar. Más tarde, raptaron a María Eugenia Rodríguez, de 16 años, que fue violada por Ibáñez y Somoza. Al no lograr hacerlo Puch, decide asesinarla y arrojar su cadáver.
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A. M. Dinardo en vida y como la encontró la Policía. |
"A la Dinardo la encontramos una noche cuando salía de una boite, que creo que era del novio. Nos acercamos con el noche -un Fairlane que habían robado poco antes de en el mismo garage donde el criminal guardaba su automóvil particular- y le mostré una billetera donde había 205.000 pesos. La piba subió pero después se quiso hacer la interesante y optamos con Queque -Jorge Ibáñez- por matarla. Con la otra -Higinia Rodriguez- pasó algo parecido. Estaba en la Panamericana esperando algún coche. Subió al nuestro y me la llevé al asiento de atrás a donde también pasaron luego Ibáñez y Somoza. Se quiso hacer la loca, la hicimos bajar y la mate a tiros para que no nos delatara".
Ni siquiera sus cómplices podían fiarse del Chacal. El 5 de agosto de 1971 simula un accidente automovilístico terminando con la vida de Ibañez: "Lo maté porque sabía demasiado y ya se había asustado" declaró.
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Cuerpo de Manuel Acevedo, sereno del local. |
Así, a Puch le queda un sólo cómplice, Héctor José Somoza, un especialista en cajas fuertes y un indiscutible aficionado en utilizar sopletes. En la madrugada del jueves 3 de febrero de 1972, y ante un llamado de los vecinos, los integrantes de un patrullero policial irrumpieron en la ferretería industrial de la firma "Masserio Hermanos" de Carupá, Partido de Tigre. Allí, además del cuerpo sin vida del sereno del local, Manuel Acevedo, muerto de dos balazos, encuentran el cadáver de otro hombre, también asesinado a tiros, que había sido parcialmente mutilado y desfigurado. El siniestro Robledo Puch había quemado el rostro de quien era su cómplice con un soplete, herramienta con la que había violentado una caja fuerte. En sus palabras: "como quedó vivo le disparé otro tiro para que no sufriera".
Sin embargo, intencionalmente o no, el Ángel de la Muerte cometió un error. Dejó, en la escena del crimen, la cédula de identidad de Somoza, lo que le permitiría a la policía llevarlo al encierro.